lunes, 11 de septiembre de 2017

COMPARACIÓN REFLEXIVA ENTRE CABEZAS RAPADAS Y PUNKS

COMPARACIÓN REFLEXIVA ENTRE CABEZAS RAPADAS Y PUNKS


¿Somos de ultra derecha? a ver, a ver...”. Ramón –que a sus 25 años se enorgullece de llevar casi la mitad de su vida explorando el mundo de la calle– se repite para sí la pregunta.

Agacha la cabeza. Ya no lleva la cresta verde de antaño ni los imperdibles cruzados por la nariz y la boca. Ahora es otro. 

Viste una camiseta blanca, jeans y botas. Presume de una pose militar. Camina con los brazos abiertos y está pelado. 

Parece imposible que su sonrisa sea de quien hace tres años, en sus tiempos de anarquista punkero, se jactaba de tener tres dientes menos por una mezcla de peleas y descuido voluntario. Dice estar orgulloso de ser skin. “...mmm, es justamente lo que estaba hablando el otro día con el resto y..., es bien complicado..., lo que te puedo decir es que no somos racistas”.

El movimiento skinhead nació a fines de la década de los sesenta en Inglaterra, como una subcultura de los barrios obreros. Desde el inicio se caracterizó por las peleas callejeras. La rivalidad entre los punk y los neonazis, que convivían entre los skins, llegó en los setenta. 

Ramón accedió a contar sus vivencias, pero sin revelar su nombre. 
Cambió su militancia de izquierda por la ideología de Hitler y el nacional socialismo. Se autocalifica como un nazi ecuatoriano, con una doble misión: imponer el nacionalismo y limpiar la sociedad de la “escoria” (considera así a homosexuales, punks, hippies, borrachos).

No está solo. Forma parte de los “skins independientes del Ecuador”, que se reúnen periódicamente frente al parque Inglés, al norte de Quito. Dos de sus líderes –treintañeros, casados, con hijos– son Mauricio Naranjo, ex punk, y Daniel Cano, quien vivió en Estados Unidos. Los dos tatúan en sus locales –en el Centro Comercial Espiral y junto al parque Inglés–, que han sido en los últimos años sitio oficial de las reunión.

Tienen tatuajes de esvásticas, Rumiñahuis y otros símbolos que los identifica como “nazis nacionalistas a muerte”. Ramón cuenta –y  no se arrepiente– que organizan “brigadas de limpieza” para golpear a travestis, punkeros, mendigos y borrachos.

Jorge, un ex alumno del colegio Mejía, ahora anda con la cabeza rapada. Se queja: “mire cómo se visten, cómo piensan, lo que hacen..., durmiendo en las calles, tomando trago y drogándose, ¿eso es de una persona decente?, ¿usted va a defender eso?... Un delincuente es un ser inferior, por donde se le vea”.






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